Albergue municipal de Nájera
Hacia el año de 1044, García Sánchez observó como su halcón perseguía a una perdiz y se introducía en unos matorrales adosados a una pared. El rey, preocupado porque su halcón no regresaba, se abrió camino entre la espesa vegetación descubrió una cueva en la que se adentró. La visión del interior de la cueva le dejó maravillado: el halcón descansaba apaciblemente junto a una perdiz debajo de un rústico altar con la imagen de una virgen con un niño en brazos; tenía a sus pies una lámpara de luz muy viva, una jarra de blancas y frescas azucenas —denominadas allí `terrazas´— y una campana. ¡Un milagro!