Victorino Díez
Su pequeño bar de Hontanas, en el Camino burgalés, es un lugar anárquico que, para muchos peregrinos, despierta gran simpatía. Victorino es un hombre menudo y extrovertido. Fue pastor y, desde hace 20 años, tiene contacto con los peregrinos en su pequeño establecimiento donde también estampa su sello en las credenciales.
Su mayor habilidad es invitar a un trago de vino del porrón y mostrar sus habilidades haciéndolo caer por su frente hasta la nariz. Para él el Camino de Santiago es una fortuna, «si no fuera por los peregrinos, todos estos pueblos estarían muertos, así de claro».